domingo, 30 de marzo de 2014

FIBROMIALGIA Y NUTRICIÓN, EL ESTUDIO CONTINUA

Inicié mi estudio de investigación sobre la nutrición en la fibromialgia con gran ilusión y con el espíritu de aportar algo a la ciencia, pues era un tema aún apenas abordado. Desde el 2007 y durante cuatro años llevé a cabo el estudio ENCAVI sobre el Estado Nutricional, la Calidad de Vida y la Capacidad Funcional en pacientes con Fibromialgia, con el objetivo de valorar la relación entre esta patología, sus síntomas, la alimentación y el estado nutricional de estas personas.

El objetivo era determinar qué mejoras en la alimentación podrían ser beneficiosas para este grupo de población, para poderlas incluir en los tratamientos multidiciplinares. Además, me movía la búsqueda de la verdad ya que la información que había, y hay, al respecto procede muchas veces de fuentes no fidedignas, y en ocasiones es incluso hasta información engañosa dirigida a personas que buscan desesperadamente una solución. A día de hoy todavía no existe un consenso entre los profesionales de la salud para orientar a estos pacientes en cómo mejorar su alimentación, pero por lo menos hay más datos y hay más grupos de investigación que se han puesto manos a la obra con este tema.

Personalmente me sentía pequeña pero a la vez grande en mi cometido. Fue un trabajo duro, pero totalmente gratificante y reconocido por revistas médicas internacionales de reumatología en las que han sido publicados los resultados. Éstos conformaron mi tesis doctoral que, de hecho, además tenía como uno de sus objetivos y compromisos ofrecer y compartir el conocimiento obtenido con los pacientes. Es por ello que después del esfuerzo que supuso escribir una memoria para la tesis, inicié mi periplo para "traducir" todo el contenido en un libro de divulgación, fácil de leer y con información clara sobre el tema, que ahora ya está disponible.

Sin embargo, el trabajo no acabó ahí. Aún sigo estudiando el tema, publicando artículos e intentando divulgar sobre lo que está científicamente demostrado. También trato de comunicar que la "solución" no está exclusivamente en un producto, un alimento concreto o una dieta milagrosa, sinó en un abordaje global e individualizado de cada paciente en el que se incluya una buena orientación nutricional en manos de un experto. 

Hay mucho por hacer y mucho camino por recorrer, y yo, me quedo en este camino mientras pueda aportar conocimiento y compartirlo. 

Laura I. Arranz



 


martes, 11 de marzo de 2014

DIETA SIN LÁCTEOS PARA LA FIBROMIALGIA?


“Quite todos los lácteos de su dieta”. Esta recomendación es cada vez más frecuente y seguida por algunos pacientes de fibromialgia. La justificación suele ser que los lácteos “ensucian” o “intoxican” el cuerpo, pero esta afirmación no tiene mucho sentido si no se analiza la dieta completa de la persona. El resultado de seguirla es que en algunos casos se produce una mejora, sobre todo a corto plazo, pero en otros muchos casos no. ¿Por qué?

La explicación más plausible:

Los lácteos son alimentos muy ricos en nutrientes, especialmente proteínas, vitamina D y calcio, pero además también en grasas de tipo saturadas. Estas grasas son necesarias en la dieta pero en una baja proporción pues, de lo contrario, tienen efectos negativos para la salud como contribuir a aumentar el riesgo cardiovascular, y la ganancia de peso. De alguna forma podríamos decir que si se toman en exceso pueden “ensuciar” el organismo y dificultar sus funciones. Sin embargo, esto depende en gran medida de la cantidad de lácteos que tome la persona, el tipo de lácteos, y el resto de la alimentación. Tomar un par de raciones de lácteos, a ser posible desnatados, dentro del contexto de una dieta equilibrada no es negativo, todo lo contrario, nos ayudará a conseguir una ingesta óptima de vitamina D y calcio. Entre los lácteos, sí que es interesante destacar que la leche no es la mejor, y que si un lácteo debemos escoger por su excelencia nutricional es el yogur. Dos yogures al día y una ración de algún otro lácteo desnatado (o bajo en grasa) es una buena opción. 

Sin embargo, ¿qué sería lo perjudicial? Cuando la dieta no es equilibrada, cosa que suele suceder en personas con fibromialgia, y se recurre a la leche, al queso o a otros productos lácticos como fuente importante de energía en diversos momentos del día y cada día. Eso no es adecuado pues cargamos al organismo con demasiadas grasas saturadas en detrimento de otras más saludables, como las omega-3 (presentes en los frutos secos o el pescado azul) que tienen un potencial antiinflamatorio muy importante para la fibromialgia y otras enfermedades crónicas. También hay que tener en cuenta que, algunas de las personas que encuentran una mejora con esta eliminación, es debido a una intolerancia a la lactosa, más o menos acentuada, que es relativamente habitual en adultos y que evidentemente mejora al eliminar este nutriente de su alimentación. La intolerancia a la lactosa es un proceso fisiológico normal, nos sucede a todos con la edad pues perdemos, total o parcialmente, la función de un enzima llamado lactasa que se encarga de digerir la lactosa. Al pasar la lactosa sin digerir al intestino produce fermentación, gases e inflamación. Pero como en esto hay mucha variación en la población, muchas personas adultas siguen manteniendo activa su lactasa y pueden tomar lácteos sin problema.

El riesgo:

El hecho de “eliminar todos los lácteos de la dieta” entraña un riesgo de desequilibrio nutricional. Así, son muchos los pacientes, la mayoría mujeres en épocas cercanas a la menopausia, que siguen esta pauta sin hacer ningún cambio más en su dieta, entonces, ¿cómo compensan la disminución de ingesta de calcio?, ¿qué pasa con su metabolismo óseo?, ¿qué pasa con el riesgo de osteoporosis? Si se sigue esta recomendación es necesaro acompañarla de otras recomendaciones alimentarias y de seguimiento dietético.

La recomendación:

Si eliminamos los lácteos de la dieta debemos hacerlo de la mano de un profesional de la salud, experto en nutrición, que valore nuestra dieta en su conjunto y que nos explique qué otros cambios deberíamos hacer para mejorar nuestra alimentación y en especial para compensar los nutrientes que dejaremos de tomar al dejar los lácteos. Será muy importante por ejemplo que la persona que deja de tomar leche, yogures, queso, etc, incremente el consumo de frutos secos y de verduras de color verde intenso, pues así podemos mantener el aporte de calcio y vitamina D al organismo. Además, haciendo este cambio conseguimos beneficios adicionales como bajar el contenido total de calorías de la dieta y cambiar las grasas saturadas por grasas tipo omega-3 que son mucho más saludables.  De este modo, eliminar lácteos no entrañaría riesgos.

Un apunte:

Es recomendable consumir uno o dos yogures al día ya que el yogur contiene poca lactosa, tiene una cantidad de grasa total muy baja, aporta microorganismos vivos (fermentos) que son beneficiosos para nuestra flora intestinal, y es una buena fuente de calcio y de vitamina D[1]. Además, el yogur puede sustituir otros alimentos con más grasas o azúcares que en ocasiones tomamos después de las comidas o entre horas.


[1]     Aunque la principal fuente de vitamina D es la que fabricamos en nuestra piel gracias a la exposición moderada a la luz solar.

Laura I. Arranz

Para saber más: